¡La Pascua ha llegado!

La Semana Santa se llama santa en recuerdo de aquellos días en los que se vio el mayor amor visto entre los hombres, nuestros ojos podrán contemplar hasta qué punto el Señor nos ha amado.

Con el Domingo de Ramos los discípulos y una multitud acompañaban a Jesús con alegría. También nosotros los imitamos y Él entra de nuevo en nuestras ciudades y en nuestras vidas.

Durante esa semana los poderosos decidieron que Jesús había hablado demasiado. Tomaron la decisión de acallarle. La multitud, unos días antes, había llamado “hosanna”, después se puso a llamar “crucifícalo”, “crucifícalo”. Fue torturado, abofeteado, coronado de espinas y fue clavado en una cruz entre dos ladrones. En esa cruz murió ese hombre bueno. Se llamaba Jesús y era de Nazaret. Y murió porque había hablado del Evangelio y dijo que era el Hijo de Dios.

Jesús confió la mayor responsabilidad a Pedro y éste se ofende cuando Jesús le dice que le traicionará: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel ya la muerte», responde. Y sin embargo, una mujer le hace tambalear. Pedro se desmontó cuando cruzó su mirada con la de Jesús: “Entonces el Señor se giró y miró a Pedro; y Pedro se acordó de las palabras que el Señor le había dicho: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. Si nuestros ojos se creen con los ojos de aquel hombre que va a la muerte, nos acordaremos de las palabras del Señor y seremos liberados de nuestros miedos. Es la gracia de la Semana Santa; poder estar cerca de aquel hombre que sufre y muere, para poder cruzar su mirada con la nuestra.

Jesús se carga sobre los hombros la cruz de todos, especialmente la de los pobres, los que no viven en paz, para llevarla hasta el Calvario y su rostro se mantiene bueno, misericordioso y lleno de amor. Es un amor que los sacerdotes no entienden, llenos como están de su religiosidad fría y sin misericordia. Para ellos, la cruz representa la derrota definitiva del profeta de Nazaret. Realmente todo parece haber terminado, Jesús ya no puede ni hablar, ni curar. Y algunos se burlan desde debajo de la cruz: “Él que salvó a otros, a sí mismo no se puede salvar”.

Pero en la cruz el Señor revela hasta dónde llega su amor por todos. Es un amor sin límites, un amor que requiere amar a los enemigos, rezar por los perseguidores, dar su vida por todos. El amor de Jesús empezaba a transformar el mundo, a cambiar la tierra y los corazones. Este amor nos permite seguir amando a los pobres, estar al lado de los vencidos, curar a los enfermos, consolar a quienes sufren, acompañar a los ancianos, hacer crecer en la paz a los niños, a los jóvenes, a todos. Con este amor recibido en el corazón y sembrado en nuestras ciudades, podemos vencer el mal y la muerte, y apresurar la venida del Reino de Dios. Pascua ha venido, y la piedra pesada ha sido apartada y el sepulcro se ha abierto. El Señor ha vencido a la muerte y vive para siempre. No podemos quedarnos encerrados como si no hubiéramos recibido el Evangelio de la resurrección. El Evangelio es resurrección, es renacer a una nueva vida. Se trata de abrir las puertas al resucitado que está en medio de nosotros. Él pone en el corazón de los hombres el aliento de la resurrección, la energía de la paz, la fuerza del Espíritu que nos renueva y nos trae el amor… LA PASCUA HA LLEGADO!!!

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.